EL ARQUEOMETRO

El Arqueómetro
Considerado como una Llave Maestra en los Colegios Iniciáticos Druídicos, el Arqueómetro puede entenderse como el Canon del Arte Antiguo que le permitió a los egipcios estructurar: lenguaje, religión, arquitectura, arte, música, poesía, plegarias, pintura, es decir, su sistema económico, político y social en armonía con el cosmos.

Los estudiosos difieren del origen del concepto que con base en el diccionario de uso común y desglosando en dos palabras, se tendría “Arqueo” como “reconocimiento de los caudales y papeles que existen en caja” y de la palabra “metro” que sería “unidad de medida” en diferentes aplicaciones como sería longitud, volumen, entre otros.

Existe otra posibilidad referente a la palabra “arquear” y que infiere directamente a la idea de “hacer arcos” y que sumados los tres elementos desde un punto de vista metafísico, se pensaría en un instrumento a base de arcos y curvas para reconocer el inmenso caudal del Universo y poder asignarle medidas en las diferentes ubicaciones.

Debemos recordar que en el lenguaje simbólico de los Grandes Iniciados, el Círculo es la figura perfecta y que algunos científicos, como Albert Einstein han ampliado el concepto a la visión esférica para poder iniciar la metodología en la búsqueda de respuestas y que se aceptó en casi todo el siglo pasado, por ejemplo, la Teoría de la Relatividad.

Además, al ser considerado como una “Llave Maestra” por los Colegios Iniciáticos Druídicos, es entonces, un símbolo de prudencia y de discreción ya que es un instrumento capaz de abrir o cerrar una cerradura que, en este caso, sería la del Conocimiento del Universo y su relación directamente proporcional con el Hombre y con el microcosmos, aplicándose la Ley de Hermes Trismegisto de: “Cómo es arriba es abajo”.

Hablamos de que es un Canon, que en su interpretación más simple es el de “reglas” o bien el de “preceptos” que se entiende a simple vista como “mandato ú orden” que debe cumplirse pero que los griegos usaban el concepto para designar la lista de los libros “agiographos” o divinamente inspirados.

El Arte Antiguo, conocido en la masonería como el “Arte Real”, conmemora la participación, apoyo e impulso de los grandes monarcas de la antigüedad a los constructores de las nuevas sociedades y que en Egipto destacó la figura de Hermes Trismegisto, apellido que implica tres veces su grandeza en lo físico y en Conocimiento.

Es por ello que siempre he sugerido a quienes muestran interés por explorar el sendero del Conocimiento, que valoren todo lo antiguo, que no lo desprecien, pues es allí en donde está la esencia de nuestra cultura, de nuestro lenguaje y cosmovisión para comprender que el hombre no es independiente sino dependiente del cosmos o universo infinito.

Hay razón de peso. El doctor Sergei Raynaud de la Ferriere afirma en su libro “”Yug, Yoga, Yoguismo” (pp. 168-169) que el alfabeto más antiguo es el Magadhi en la India y que se desarrolló a través de cinco ramas: Devanagari, Pali, Dravidiana y Tibetana. Se tiene, entonces, que el Sánscrito- Devanagari proviene de un pueblo ubicado en Bharat- Wersh y este alfabeto contiene 49 letras dividido en 33 consonantes y 16 vocales.

Más atrás se ubica el Arqueómetro de donde se obtienen los abecedarios o alfabetos: Griego, Sánscrito, Hebrero, Adámico, Cósmico, Zodiacal, hasta la Mitología milenaria de los pueblos, lo que muestra su influencia en el origen de las diferentes culturas ancestrales y se pierde en la infinidad del tiempo la fecha de creación de tan valioso instrumento.

El Arqueómetro tiene como base un círculo que las diferentes corrientes iniciáticas o filosóficas consideran como la figura perfecta por medio del cual se simboliza o representa la Creación y el Universo, así como en su combinación triplicada considera la palabra inefable de los hebreos con el nombre de Dios.

En las culturas preamericanas, el círculo es una figura sagrada que solamente podían incursionar en sus misterios y secretos los Grandes Iniciados o sacerdotes para crear instrumentos que permitiera conocer el movimiento del Cosmos y su relación con la tierra al grado de que los conquistadores católicos se espantaron de la exactitud de su calendario.

Sin embargo, hoy la neblina del “modernismo” no nos deja concebir ideas claras de los fluidos a nuestro alrededor, como la teoría de las ondas vibratorias o de los fenómenos electromagnéticos y resignadamente esperamos que venga un viento oriental para que despeje el cielo y así empezar a contemplar mejor la Creación.

Una pasividad que tratamos de explicar en la angustia que genera la imposibilidad de atender las necesidades urgentes de nuestra vida cotidiana inmersos en un sistema económico en donde el hombre se convirtió en una máquina dentro del proceso de producción para acumular mayor riqueza y poder tan superficial como efímero.

¡No esperemos que alguien nos venga a seleccionar o imponer el Conocimiento! Los Elegidos son los que por libre y espontánea voluntad se Eligen así mismos para superar la adversidad del plano terrenal y buscar el espacio y los instrumentos indispensables para el perfeccionamiento del Ser Interior en busca de la Evolución a niveles superiores de Conciencia.

Así, se puede comprender que el Arqueómetro que es la Llave Maestra del Conocimiento es también, de Esencia Divina y que si en el pasado era custodiado con celo por los Colegios Iniciáticos Druidas, existen esfuerzos individuales en diferentes épocas para darlo a conocer a todo el mundo.

Allá por el año de 1900, Saint Yves D’Alveydre, presentó un sistema Iniciático basado en las Concordancias de la gramática Sánscrita, Hebrea y Veda de acuerdo a las vibraciones fonéticas y siglos antes, el liberal francés José María Ragón nacido en 1781, usó esta herramienta para su estudio “Signos del zodiaco y fiestas religiosas antiguas y modernas”.

Se observa, entonces, que el Arqueómetro tiene aplicaciones en la vida cotidiana, en lo profesional, en lo artístico o religioso y que si en el pasado fue de gran utilidad en la comprensión de la Estética, es el momento de recuperarlo ante las grandes incógnitas que la ciencia y tecnología han sido incapaces de responder.

Al iniciar lo que se considera el Tercer Milenio en base al calendario impuesto y lleno de imperfecciones, el mundo enfrenta el desafío de lo que bien podría ser la última guerra, pero también se observa la oportunidad de recapacitar sobre el destino equivocado que le ha dado el Hombre a su poder del Libre Albedrío para iniciar un periodo de espiritualidad.

No es casual que hoy exista una mayor comprensión de la importancia de la Palabra, la Oración, los Mantrams, el Sonido, la Música, los Cantos, el efecto de los Perfumes, los inciensos y empieza a crear conciencia de su interrelación de su cuerpo con el mundo que le rodea y percibe con la vista, el oído, el tacto, el gusto y olfato.

Un excelente primer paso de descubrir las potestades inmediatas y que pasaban desapercibidas. El siguiente gran paso es armonizar su interior con su cuerpo y el entorno para iniciar el tercer gran paso que es el reconocimiento de su Cuerpo Astral que le comunica con el Universo.

La comprensión de estos tres importantes escalones, en palabras del Doctor de De la Ferriere en su obra “El Arte en la Nueva Era”: “Lo que las universidades llaman sabiduría, o sea, Síntesis de las Ciencias y Artes, traídas a su Principio común. Este Principio era la Palabra o el Verbo y lo que precede indica que las Universidades Verdaderamente Antiguas consideraban el Verbo Creador, como la incidencia cuya palabra humana es la reflexión exacta, es decir, cuando el proceso Alfabético encaja exactamente en el Planisferio del Cosmos”.

Tenemos, entonces, otra de tantas razones de la necesidad en la humanidad de valorar y analizar seriamente todo lo antiguo, tanto en la Arquitectura como el Lenguaje, las Artes, las Costumbres, los Ritos, las Culturas, las Tradiciones, el Simbolismo y el conjunto de todo esto, sirve para elevar la Conciencia y a la vez alimentar la Quinta Esencia del Hombre (el Alma).

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